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Prejuicios raciales en el porno

La sociedad sigue avanzando de forma imparable, para muchos en un progreso constante, para otros en un retroceso que cada vez se hace más patente… Porque no siempre se avanza hacia adelante, no toda novedad nos lleva a un lugar mejor. Esto es algo que estamos pudiendo comprobar, por ejemplo, a la hora de libertad creativa en las artes, en el cine, la literatura o la música comercial.

Hoy en día se es libre de crear lo que uno desee, sin cortapisas, pero la censura posterior, casi como un tribunal inquisitorio, puede cancelar a un artista por no estar en el lado “correcto” de la opinión. El sesgo ideológico se hace cada vez más patente en la cultura y eso puede llegar a un gran problema para la auténtica libertad de expresión. Esa que está basada en poder defender ideas diversas y diferentes, aunque no encajen en el prototipo habitual o impuesto por la sociedad.

Uno de los puntos en los que sí estamos progresando de manera evidente es en el de dejar atrás los prejuicios para crear una sociedad más justa y libre. Negar que durante siglos hemos estado limitados por un sistema discriminatorio con la mayor de razas o etnias minoritarias es a día de hoy una locura. Aceptar esa realidad es el primer paso para cambiarla, a base de conocimiento, de igualdad real, de una profunda reflexión sobre la manera en la que aprendemos. Los estereotipos, los clichés, son una forma muy útil de aprendizaje en cierto punto, pero pueden ser un grave problema si acaban ocupando todo el espacio de nuestro conocimiento.

Es decir, si confundimos esos estereotipos tan generalizados con la realidad. Esto es algo que suele pasar demasiado a menudo, incluso sin darnos cuenta, y en aspectos insospechados de nuestro día a día cotidiano, como el porno. La industria, que presume de haber sido siempre diversa y haber colocado a la mujer en el mismo lugar que el hombre desde hace años, maquilla en realidad su única misión: llegar al máximo número de clientes potenciales. Y si hay que utilizar estereotipos raciales para conseguirlo, el porno no parece demasiado preocupado en hacerlo.  

Una industria muy diversa

Hay que romper una lanza a favor de la pornografía en el sentido de haber apostado por la diversidad desde el principio. Eso sí, lo ha hecho, como cualquier otra industria, incluyendo las actuales, por puro marketing. El incluir a actores y actrices no caucásicos en sus producciones no partía de un talante igualitario, sino de buscar precisamente el captar al mayor porcentaje de público posible. El porno nos une a todos, porque aunque muchos lo nieguen, todos acaban viendo este tipo de escenas, en mayor o menor medida.

Y es algo que desata nuestros deseos más íntimos y especiales, los más irreconocibles, esas fantasías que seguramente guardamos solo para nosotros. Tal vez tengamos un fetiche especial con las chicas asiáticas o maduras, pero no podemos contarlo porque puede ser mal visto. En el porno no se juzga, y por eso se ofrecen escenas para todos los gustos.  

Categorías sexuales según la raza

Sin embargo, todo está enfocado a la consecución del objetivo principal: atraer a más espectadores que se conviertan en clientes. Hay que ponerle las cosas fáciles a aquellos que están buscando un tipo de escena o de película muy concreto. Por eso el porno cuenta no con unos pocos géneros, sino con decenas, tal vez cientos de categorías diferentes. En los filtros de las plataformas más importantes podemos encontrar numerosos conceptos que nos ayudan a catalogar la infinita cantidad de vídeos que están hoy disponibles. Y en muchas de esas categorías se hace mención directa a la raza o la etnia de los protagonistas. De hecho, es habitual encontrar conceptos como Asiática, Latinas, Mujeres Negras o incluso Interracial entre las categorías más populares.

Esto no sería en realidad un problema en tanto que dichas categorías son simples muestras de objetividad en el contenido de la escena. Es decir, también hay otras categorías que hacen alusión a la edad, al tipo de cuerpo de la chica o al color de su cabello. El porno, para bien o para mal, debe catalogar todo ese contenido para hacerlo más accesible a los usuarios, y lo hace resaltando una o varias de las peculiaridades más evidentes de los protagonistas. Al estar destinado primordialmente al público masculino, lo habitual es que se escoja a la chica como referente para este tipo de categorías. Es el hombre el que va a buscar a una chica latina de grandes curvas, y con unas pocas palabras puede dar con un tesoro de cientos de vídeos dentro de esa categoría. El problema viene cuando el porno, más que la diversidad, está apostando por el estereotipo.  

Estereotipando nuestro dese sexual

Una diversidad real se da cuando estamos viendo todo tipo de cuerpos, de personas totalmente diferentes, sin importar su raza o el color de su piel. Personas a las que no se les determina por su esas cualidades, aunque evidentemente las poseen. ¿Deben ser todas las mujeres latinas exuberantes? ¿Puede haber chicas asiáticas con grandes senos? ¿Todos los hombres afroamericanos deben estar tan bien dotados? Estos estereotipos se dan de una forma muy habitual en el porno porque este tipo de cine explota al máximo esas fantasías tan reconocibles. Tenemos un cliché en la cabeza sobre cómo es el prototipo de mujer rusa, por ejemplo, y el porno se ha encargado de explotarlo al máximo. De hecho, a veces resulta tremendamente insultante.

Existen muchísimos vídeos de mujeres árabes que tienen sexo ante las cámaras con un pañuelo o yihab en la cabeza. Da igual si lo llevan o no en la vida real. Estamos marcando el estereotipo, tal y como ocurre también con las teens que llevan ropa de colegio o uniforme de animadoras. Claro que estos estereotipos se dan en la vida real, pero no de una forma tan salvaje. La utilización de esos clichés como base de las fantasías solo hace que se fomente precisamente su uso de una forma aún más descarada. Las actrices están interpretando a un personaje, por supuesto, pero la idea que nos llega es que todas las jovencitas van con esa ropa y también con esa actitud. Para los espectadores más jóvenes, con menos experiencia sexual y vital, esto puede resultar tremendamente confuso a la hora de enfrentarse a la realidad.  

¿Es todo el porno igual?

La industria de la pornografía es hoy por hoy un negocio enorme, aunque en su mayor parte dominado por unas pocas productoras gigantescas. Ellas son las que marcan el paso al resto, las que dominan las plataformas donde se suben los vídeos, las que ponen de moda tal o cual categoría entre los espectadores.

Sin embargo, gracias a Internet, hoy podemos disfrutar de un porno realmente diverso en tanto que hay todo tipo de producciones a nuestro alcance. En los últimos años se ha hablado mucho del porno feminista, que pone el deseo de la mujer en el epicentro de la escena. También se han lanzado a producir porno muchas personas que antes estaban fuera del sistema por ser minorías, pero que ahora tienen la oportunidad de hacer su propio camino.